CRÓNICA:
Mes de junio, fin de temporada, como frontera entre la
actividad y el alto en el camino, figurativamente, se guardan la mochila, los
bastones y todo lo que acompaña cada salida a la montaña, a las pequeñas
hazañas, tras dejar la rutina a cambio de un caminar hacia algo nuevo, hacia
ese pequeño secreto por conocer, guardado en llano o en alto, formación natural
o elaborada, histórica o de cualquier sociedad más cercana.
Llega el momento de las vacaciones para, además de
viajar, de vez en cuando, recordar aquella mañana fría, aquel caudal, aquel
pinar, aquel esfuerzo, por senda por sendero, aquella charla, aquel bocadillo,
aquellas dudas y consultas, aquellas curiosidades... momento de recordar
aquella compañía que ya no estará.
Esta marcha, que cierra la temporada, se empieza en el
Puerto de Navacerrada, espacio abierto al caminante, a los deportistas, al ocio
de un día en familia, a sentir que la naturaleza está cerca, tanto, como uno le
apetezca, se puede elegir camino y destino, más próximo o lejano, siempre en
altura así los sueños por allí pasan despiertos, quieren soñar no dormir. El
trenecillo, el telesillas, la nieve fina, los recuerdos, quien no viviendo muy
lejos, cambió las zapatillas por unas botas con fuertes hebillas, el patín por
el ski, la raqueta por el bastón y las gafas de sol.
En una mañana tímida, como diciendo, puedo mojar pero
no se, no me atrevo, consultaré al cielo, mientras tanto, empezad a caminar decía,
mirad, vais por el camino Smidt, del Puerto de Navacerrada al de la Fuenfría,
pasando por el Collado y el Monte Ventoso, para después subir Cerro Minguete y,
al ir dando pasos de uno en uno, no de dos en dos, se ladeó un poco para no ir
de frente los últimos metros, algo es algo aunque no lo sea todo. Ya arriba
hasta el mismo sol se fija en un paisaje, en un entorno, que invita a un viaje
que se acepta como anclaje en la ensoñación, en el dibujo y en la pasión.
Al estar cerca el Montón de Trigo hubo quien,
habiéndose adelantado, lo remontó y descendió en un suspiro, alcanzado al poco
tiempo a parte del grupo y ya juntos descender hasta la Fuente de la Fuenfría,
donde se volvió a reunir el grupo al completo y en el que había un acompañante
de lujo, pequeño de envergadura pero grande en ilusión, en vivir todo desde el
juego, desde la acción, buen comunicador, cargado de curiosidad por todo lo que
le rodeaba.
Una vez
hecha la habitual foto de grupo, con una brisa refrescante que se filtraba
entre los pinos, se retoma el camino hacia el principio o el final, hacia la
salida o la meta, es igual, hacia la tranquilidad de haber conseguido, una vez
más, un objetivo, un deseo o un premioTinol.