CRÓNICA:
Peñalara, como reina de las cumbres madrileñas, acogió
a un numeroso grupo de caminantes, ya en el final de su temporada, pareciendo
sentirse bien acompañada, dejó correr brisas de aire fresco y ofreciendo los
mejores adornos de su medio.
Con algo de esfuerzo, pero con mejor sentimiento,
notando también el empuje de la mochila, se va ascendiendo, quien puede más por
quien no puede tanto, el verso se va rimando, con alguno libre o quizá
liberado, cada paso va formando parte de esa estrofa de color y aromas, de
paisaje en el equipaje de la fantasía, de nieve tardía cuidada por algún deseo
o melodía.
El diario de un senderista decía que, a veces, las
noches se confundían con los días, que eran luminosas, cargadas de filantropía,
que este lugar había que cuidarlo, hoy en persona, mañana desde la presencia de
otrora, que era recreo de unos y otros, que había que mimarlo para todos.
Por el aire, como ecos, en Peña Citores, se oyen
nombres del Batallón alpino de Guadarrama, con vistas de la llanura segoviana a
un lado y al otro de Madrid, esa ciudad multirracial y aún por definir.
Caminando sobre las arterias de unas piedras por el
cielo, perdón, por el suelo, las piernas se resienten, miran hacia arriba y
piensan, si no fuera por lo que es, nos parábamos y aquí nos quedábamos pero,
¡ay, José Agustín Goytisolo y tus palabras para Julia (su hija)! "Nunca te
entregues ni te apartes junto al camino, nunca digas no puedo más y aquí me
quedo." hay que seguir, la meta lo merece, este esfuerzo nunca va a
producir ningún desvelo.
Ya en la cumbre el grupo completo, es el momento de
mirar y admirar todo lo que se puede apreciar desde esa altura, uno se puede
sentir ave o espuma, ligero o bruma, la sensación no es nueva, es buena,
girando el cuerpo como una noria, pero despacito, muy despacito, la vista muy
poco a poco, va dando pequeñitos brincos, desde la Cuerda Larga, poniéndole fin
en la Najarra, a Siete Picos, La Mujer Muerta, el Montón de Trigo, el Pinar de
Valsain, el Risco de Claveles y la Laguna de los Pájaros, todo a la vista, todo
al alcance de la mano.
Ya por último, cumpliendo el dicho de lo que puedas
hacer hoy no lo dejes para mañana, en descenso, con total consenso, el grupo se
encamina hacia el Refugio Zabala, lugar emblemático en otro tiempo, hoy estación
para controlar el decurso del viento y poder pernoctar, si lo impone el tiempo.
A sus pies la laguna chica, la laguna grande, quién rinde pleitesía a quién, no
se sabe, pero se adivina que están todos a la par, yo no soy menos ni tú eres
más.
Tino.
Tino.
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