domingo, 29 de enero de 2017

Ruta 89 Arroyo de Trofa



Sendero
El arroyo de la Trofa, o de Trofas, es un afluente del río Manzanares que recorre la zona noroccidental de la Comunidad de Madrid, atraviesa los espacios naturales protegidos de la Sierra del Hoyo y del Monte del Pardo, incluidos dentro del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares. Está integrado en la cuenca hidrográfica del Tajo, nace en el término de Hoyo de Manzanares, se adentra después en el municipio de Torrelodones, a través de la población de Los Peñascales, cruza posteriormente la valla del Monte del Pardo, donde amplía su valle, discurriendo hasta su desembocadura en el río Manzanares a varios kilómetros del pueblo de El Pardo.

Es la segunda corriente fluvial más importante del Monte del Pardo, después del río Manzanares, de ahí su importancia ecológica ya que actúa como corredor biológico que conecta la Sierra del Hoyo y el citado monte del Pardo. De él se benefician numerosas especies de mamíferos, aves, reptiles y anfibios protegidos por la Comunidad de Madrid. A pesar de su relevancia ambiental, diferentes asociaciones ecologistas han denunciado reiteradamente la alta contaminación de sus aguas, provocada por los vertidos de los dos primeros municipios por los que discurre.



Ruinas de la mina
El día veintiséis de enero de dos mil diecisiete, hacia las diez de la mañana, quince componentes del grupo de senderismo, de los veintiséis que lo formarán después, ya que hubo un pequeño retraso en la llegada de algunos, empiezan esta marcha circular que discurre por terrenos de Torrelodones y Hoyo de Manzanares, partiendo de las proximidades de la casa del Hito.


Una mañana fresca y algo gris, de aire ligero, compañero de la aurora, cómodo para el caminante en la llanura, disipado por los matorrales o trepador hacia las alturas, fue la ambientación durante prácticamente toda la caminata, de unos siete kilómetros y medio, siendo por pista al principio, con diferentes desvíos a tomar, para ir trazando el recorrido circular y acabar próximos al punto de partida. A mitad del itinerario, y habiendo parado un pequeño espacio de tiempo en las cercanías de un puente de madera, se unen los dos grupos para continuar ya todos juntos desde ese punto, cambiando el paisaje, pasando a ser por sendero y zona de más vegetación: encinas, enebros, jara....




Pista forestal
Al ser ésta una marcha fácil, sencilla, de poco peso en la mochila y ligeros enseres de compañía, que se hizo en unas dos horas y cuarenta y cinco minutos, el caminar es relajado, con un horizonte suave en desniveles y difuminado por una bruma, no muy intensa, pero que también quiso hacer acto de presencia, envolviendo los grandes edificios, más lejanos, en una blanquecina capa que los hacía pequeñitos, anónimos, dando la sensación de verse extraños en su propio medio ciudadano. Más cercano y dentro de la finca del Pendolero, se distinguía un edificio, tal vez palacio, en lo alto de una colina, como atalaya que puede divisar todo lo que le rodea, celoso guardián de su hacienda, orientado a los cuatro puntos cardinales y referencia de quien por allí transita.



Cerca de la mina
Haciendo camino, y tras remontar una pequeña subida, se llega a la parte de la mina de Cantos Negros que fue una explotación de wolframio, metal importante para las sociedades modernas y que sin él no se podrían producir de una forma económica parte las máquinas que nos rodean y las cosas que se pueden producir con ellas. En este entorno están los restos de una pequeña torre y de una casa, pertenecientes a la mina, edificaciones en piedra a un lado del camino, como testimonio de la función que tuvieron en otro tiempo, antes de llegar a ser inservibles, y que han quedando para recibir una fugaz compañía de quien las visita, lugar en el que se hizo el alto para tomar el bocadillo y hacer un pequeño descanso.



Ya en el último tramo de la ruta, que fue de un desnivel acumulado en torno a doscientos cincuenta metros, se va paralelo al arroyo de Trofas, hasta aproximarse a la población del comienzo y dar por finalizada la salida de este día. El epílogo no puede ser otro que el recuerdo a un arroyo, visible en ocasiones y medio oculto en otras, como si fuese algo tímido, al que se acompañó durante un tiempo y del que se sintió su presencia cuando llegaba el rumor de la corriente de agua, haciendo éste a su vez de agradable compañía a los visitantes.


                                                                                                                                  Tino

2 comentarios:

  1. Muy bien Tino por la explicación de la ruta y por el relato, me ha gustado especialmente el punto tres la descripción del paisaje. Saludos. Miguel.

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    1. Miguel,
      muchas gracias por tu interés en el artículo y por el comentario.
      Saludos, Tino.

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