La descripción de la marcha como siempre realizada por nuestro cronista Tino.
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Puente de la marmota |
Este puente fue construido en el SXVIII, durante el reinado de Fernando VI, para mejorar uno de los accesos al Pardo, zona de caza para los reyes de esa época. El nombre de marmota no tiene nada que ver con el durmiente animal sino que es una deformación de la palabra "mamotar" (cerro
de la marmota) con que se conocía un cerro cercano al puente con forma
de 'mama' femenina. La marmota, roedor emparentado con la ardilla pero
que no habita por la Península Ibérica, posiblemente agradecería ese
reconocimiento de dar nombre a un puente histórico pero, a buen seguro,
tampoco va a dejar de hibernar durante siete meses por ello y perder su
fama de dormilona.
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Zona de inicio de la ruta |
Esta mañana de septiembre, al principio borrosa pero después transparente, se juntan 16 senderistas de la UAM-jueves para dejar su estela personal en ese camino que, pausadamente, van a recorrer como momento de reflexión, de experimentar de nuevo lo que significa olvidarse de la prisa, del agobio, del estrés. Momento propio, personal, de manera que si se protegen los pies con botas, si se camina con bastones, también se protegen los sentimientos con estímulos de bienestar, naturales, traídos de la mano lo mismo por una brisa como por un complaciente sonido o una relajante melisa.
Llegando al punto de destino, se cruza por el camino una mariposa
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Senda del camino |
blanca, muy blanca, agita sus alas acariciando el aire, se para y se posa en una flor amarilla, muy amarilla, como compañeras y vecinas se miran, se miman, la mariposa danza entorno a la flor y ésta le mira con candor, los pétalos semejan que aplauden esa actuación. La corriente de agua de un río que fluye cerca se anima a poner música, pequeños sonidos como gorjeos de pájaros, se acompasan sinfónicamente, sin director ni batuta, sólo con la intención de proporcionar sosiego a quien lo escucha.
El sol no saluda, no lo necesita, porque sabe que con una sonrisa
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Indicación Camino de Santiago |
se va a hacer querer. Sol y sombra, frío o calor, para sentir un ardor no tan lejano, más próximo que extraño, presente y pasado, estudio y trabajo, al cabo, caminos hacia un juvenil verano.
Estimado lector, comprobarás que este pseudoescritor no solo se pierde por los caminos, también lo hace divagando y la perdiz mareando, entre las ideas y las palabras, diluye lo esencial y ensalza el gusto personal, te cuenta cuentos casi para niños -yo diría que se los inventa- y deja vacía la cuota de cómo se debe narrar con un cierto tino.
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El Manzanares desde el puente |
Sin que sea un copia-pega de la crónica anterior, ante la falta de dos marchantes, una veterana y otro debutante, se decide que el grupo comience el itinerario del día y que un guía, ¡peligro, el mismo de la ocasión anterior!, se quede a esperar, de nuevo acompañado del mismo atrevido amigo, hasta que el cupo de asistentes quede cumplido. A los no muchos minutos, ya todos los desmarcados juntos, se ponen de camino en pos de sus conocidos. Marcha ligera, sendero estrecho, tres hombres y su compañera, avanzan en uniforme hilera, hay una bifurcación en el camino pero como el orientador, en esta ocasión, no charla sino que solo se fija en la rayita de su navegador, sí elige la línea correcta que, en no mucho
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Llegando al puente
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tiempo, hará que toda la compañía se vea junta y contenta.
Árboles grandes, medianos o pequeños, pino, encina y enebros, definen el paso por senderos más anhos o más estrechos partícipes del Camino de Santiago, el apóstol, pues están marcados por sus flechas amarillas, así de sencillas a la par que orientativas.
A la vuelta, tras una senda, se camina por una gran recta de arena blanca, hasta la vista se cansa de mirarla y, cual pista de aterrizaje o despegue, parece que invita a lanzar un deseo para que éste se eleve al cielo y navegue. Quedó por decir que al llegar al puente, sobre el río Manzanares, atravesándolo, y no muy lejos, había unos corzos o ciervos, esta es zona de caza, pero lo único que se dispararon fueron unas fotos, nunca ni cartuchos ni balas, solo unos flashes y unas miradas.
Un buen bocata, frutos secos y tientos a una bota de vino que, por más que se la presiona, nunca se acaba ni tampoco deja resaca. Y como con pan y vino se anda el camino, cayeron unos 12kms en alrededor de 4 horas, subiendo y bajando, no más de 360m de desnivel, tal y como como diría aquel.
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