domingo, 22 de enero de 2017

Ruta 88 La Hiruela (Molino y carboneras)



Molino Harinero
La Hiruela es un municipio de la Comunidad de Madrid, tiene una superficie de 17,18 km² y perteneció a la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, siendo desde el principio del Ochavo de la Sierra, integrado en el municipio de Colmenar de la Sierra pero desde 1838 pasó a depender de Madrid tras la segunda división de las provincias.

El curso de agua más importante es el río Jarama, que en su tramo más alto discurre por la zona norte del término. En el límite oriental discurre, por un valle encajado, el arroyo de Las Huelgas, por otro valle, en el centro del territorio municipal, corre el arroyo de la Fuentecilla. Esta villa se ubica en la falda del alto de Bañaderos, rodeado por los Picos de Morra de la Dehesa y Cabeza del Burrial, con laderas de bosque de robledales en campos cercados, prados y monte bajo.

Como lugares interesantes están el Colmenar, cerca del Molino, que se recuperó recientemente y en el que en otro tiempo los vecinos tenían una buena producción de miel, también el bosque de robles albares y melojos de gran tamaño, algo que no es habitual ver en la Sierra Norte. Igualmente la Carbonera, era el lugar donde los vecinos hacían el carbón vegetal para poder calentarse durante el invierno. Por último, está el antiguo Molino Harinero totalmente restaurado y en el que se conserva su maquinaria original, se encuentra muy cerca del casco urbano, junto al río Jarama, cuyas aguas aprovechaba para moler.

En La Hiruela se pueden hacer diversas rutas de senderismo como por ejemplo, La Senda por las Eras, La Pila de Riego y la de Los Oficios.




Río Jarama
Son las diez de la mañana, el pueblo, al calor de unos rayos de sol, se va desperezando e invitando a los visitantes a que lo recorran por sus silenciosas calles, deseándoles a la vez un día de disfrute por su vistosa geografía. A poco se empiezan a divisar corrientes de agua en cristal, con transparencias de frío, mañana siberiana, ropa de abrigo, el viento da en la cara como gélida caricia, pero un susurro al oído aclara, este paisaje habitualmente no es así, ha hecho una excepción para contemplar cómo se ve, vestido de blanco, cual novia sonriente y semblante feliz.
Senda entre robles sin hojas, caídas al suelo, formando un manto marrón que posado sobre él, lo cubre como si fuese su protector. Remonte de varios puentes de madera para salvar el río, tránsito por peñascales, hay que mantener el equilibrio, pero la ocasión lo merece, para disfrutar, a veces, hay que aventurarse a codearse con la naturaleza.

Puente en río Jarama
La mochila se funde en simbiosis con la espalda de los caminantes, se deja llevar albergando en su interior el sosiego y la calma de lo que se pueda necesitar, para que nadie se  sienta huérfano en la caminata por realizar. Durante un tiempo se va algo encogido por la baja temperatura, pero complacidos a cada paso que se avanza, por la visión que circunda: árboles curioseando a su alrededor, río navegado por placas de hielo, montañas pobladas y teñidas de verde, nubes blancas fundiéndose en el azul celeste...escena invernal, la vista casi no sabe dónde mirar, paradas para hacerse una foto, formando parte del paisaje no se va a  pasar a la historia, pero sí aportará una buena sensación de alegría cuando, con el paso del tiempo, se recuerde que se estuvo allí.
Se improvisa la visita al Cardoso, pueblo que está en un alto y a poca
El Cardoso
distancia, al entrar se percibe olor a leña quemada, lo que da una agradable sensación a hogar y confort. De vuelta a la ruta prevista se va camino hacia el molino, actualmente jubilado, pero que en otro tiempo estuvo asociado con el río, para trabajar juntos en la explanada, hasta que el agua se perdía por una pequeña vaguada. Antes el grupo ha tomado su ración de comida y bebida, hoy sin la bota de vino pues, según su cuidador, está en la revisión, no se sabe de cuántos kilómetros recorridos.

Avanzando en la marcha se cambia de entorno, pero no de paisaje, una parte del grupo opta por regresar al pueblo mientras que el resto continúa ascendiendo hacia la Hornera de carbón, también ya en desuso, pero que queda como testimonio de un pasado. A un lado del camino destaca, entre el resto, un gran roble con aromas al viejo
Las Carboneras
olmo Machadiano. Por pista forestal, y a buen ritmo de paso, se llega al final de la misma para girar a la derecha y empezar a ascender por sendero con dirección hacia el pueblo. Cuando se llega a lo más alto del itinerario, la temperatura y viento vuelven a hacerse notar, pero en poco tiempo se inicia la bajada, ya todo el recorrido por senda, algo protegida por la arboleda. Tras cuatro horas y quince minutos, unos catorce kilómetros  y un desnivel aproximado de unos quinientos metros, se regresa al pueblo para comer en el mismo antes de regresar a casa.



                                                                                                                                 Tino

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