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Molino Harinero |
La Hiruela
es un municipio de la Comunidad de Madrid, tiene una superficie de 17,18 km² y
perteneció a la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, siendo desde el
principio del Ochavo de la Sierra, integrado en el municipio de Colmenar de
la Sierra pero desde 1838 pasó a depender de Madrid tras la segunda división
de las provincias.
El curso
de agua más importante es el río Jarama, que en su tramo más alto discurre
por la zona norte del término. En el límite oriental discurre, por un valle
encajado, el arroyo de Las Huelgas, por otro valle, en el centro del
territorio municipal, corre el arroyo de la Fuentecilla. Esta villa se ubica
en la falda del alto de Bañaderos, rodeado por los Picos de Morra de la
Dehesa y Cabeza del Burrial, con laderas de bosque de robledales en campos
cercados, prados y monte bajo.
Como lugares
interesantes están el Colmenar, cerca del Molino, que se recuperó
recientemente y en el que en otro tiempo los vecinos tenían una buena
producción de miel, también el bosque de robles albares y melojos de gran
tamaño, algo que no es habitual ver en la Sierra Norte. Igualmente la Carbonera,
era el lugar donde los vecinos hacían el carbón vegetal para poder calentarse
durante el invierno. Por último, está el antiguo Molino Harinero totalmente
restaurado y en el que se conserva su maquinaria original, se encuentra muy
cerca del casco urbano, junto al río Jarama, cuyas aguas aprovechaba para
moler.
En La
Hiruela se pueden hacer diversas rutas de senderismo como por ejemplo, La
Senda por las Eras, La Pila de Riego y la de Los Oficios.
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Río Jarama |
Son las diez de la mañana,
el pueblo, al calor de unos rayos de sol, se va desperezando e invitando a los
visitantes a que lo recorran por sus silenciosas calles, deseándoles a la vez un
día de disfrute por su vistosa geografía. A poco se empiezan a divisar
corrientes de agua en cristal, con transparencias de frío, mañana siberiana,
ropa de abrigo, el viento da en la cara como gélida caricia, pero un susurro al
oído aclara, este paisaje habitualmente no es así, ha hecho una excepción para
contemplar cómo se ve, vestido de blanco, cual novia sonriente y semblante
feliz.
Senda entre robles sin
hojas, caídas al suelo, formando un manto marrón que posado sobre él, lo cubre
como si fuese su protector. Remonte de varios puentes de madera para salvar el
río, tránsito por peñascales, hay que mantener el equilibrio, pero la ocasión
lo merece, para disfrutar, a veces, hay que aventurarse a codearse con la naturaleza.
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Puente en río Jarama |
La mochila se funde en
simbiosis con la espalda de los caminantes, se deja llevar albergando en su
interior el sosiego y la calma de lo que se pueda necesitar, para que nadie
se sienta huérfano en la caminata por realizar. Durante un tiempo se va
algo encogido por la baja temperatura, pero complacidos a cada paso que se
avanza, por la visión que circunda: árboles curioseando a su alrededor, río
navegado por placas de hielo, montañas pobladas y teñidas de verde, nubes
blancas fundiéndose en el azul celeste...escena invernal, la vista casi no sabe
dónde mirar, paradas para hacerse una foto, formando parte del paisaje no se va
a pasar a la historia, pero sí aportará una buena sensación de alegría
cuando, con el paso del tiempo, se recuerde que se estuvo allí.
Se improvisa la visita al
Cardoso, pueblo que está en un alto y a poca
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El Cardoso |
distancia, al entrar se percibe
olor a leña quemada, lo que da una agradable sensación a hogar y confort. De
vuelta a la ruta prevista se va camino hacia el molino, actualmente jubilado,
pero que en otro tiempo estuvo asociado con el río, para trabajar juntos en la
explanada, hasta que el agua se perdía por una pequeña vaguada. Antes el grupo
ha tomado su ración de comida y bebida, hoy sin la bota de vino pues, según su
cuidador, está en la revisión, no se sabe de cuántos kilómetros recorridos.
Avanzando en la marcha se
cambia de entorno, pero no de paisaje, una parte del grupo opta por regresar al
pueblo mientras que el resto continúa ascendiendo hacia la Hornera de carbón,
también ya en desuso, pero que queda como testimonio de un pasado. A un lado
del camino destaca, entre el resto, un gran roble con aromas al viejo
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Las Carboneras |
olmo
Machadiano. Por pista forestal, y a buen ritmo de paso, se llega al final de la
misma para girar a la derecha y empezar a ascender por sendero con dirección
hacia el pueblo. Cuando se llega a lo más alto del itinerario, la temperatura y
viento vuelven a hacerse notar, pero en poco tiempo se inicia la bajada, ya
todo el recorrido por senda, algo protegida por la arboleda. Tras cuatro horas
y quince minutos, unos catorce kilómetros y un desnivel aproximado de
unos quinientos metros, se regresa al pueblo para comer en el mismo antes de
regresar a casa.
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