El puente de
la Cantina también es conocido por puente de los Mosquitos o puente de la
Canaleja, el lugar aparece en los mapas topográficos como La Canaleja. Ahí se
encuentra la fuente del Peñón conocida también como fuente de la Canaleja.
Desde esta fuente y subiendo por la Vereda de la Canaleja se llega hasta el
camino viejo del Paular que pasa por el Puerto de Cotos.
Este puente,
de arco único de medio punto, fue construido en la misma época que el camino
trazado por Juan de Villanueva, en 1778, por orden de Carlos III para unir la
Corte con el palacio de San Ildefonso, terminado bajo el reinado de Carlos IV.
Por él bajaban los carros, con vino de Navalcarnero y Arganda, que
descansaban en la venta de la Cantina camino de La Granja y Segovia.
En este
punto termina el camino de las Pesquerías Reales que transita la orilla
izquierda del río Eresma. La senda se construyó por mandato de Carlos III,
entre 1767-1769, para disfrute de la realeza. Un singular recorrido de unos 10
kilómetros, aproximadamente, entre el puente de la Cantina y el puente de
Segovia o puente de Santa Cecilia.
ASISTENTES:
16
DISTANCIA:
12 kilómetros
DESNIVEL:
550 metros
DURACIÓN: 4
horas 30 minutos
Si muchos
comienzos de ruta son buenos, amables, este también, pues empezando a caminar
junto al frescor y la corriente de un río cantarín, no menos que los pájaros
residentes allí, siguiendo un senderito bien definido entre árboles, quizá
pinos silvestres, piñoneros, resineros...a la sombra de la quietud de sus
ramas, hablando con quien también te habla, pasando la vista por un panorama
natural, sintiendo cómo todo el entorno se despereza tras una agradable noche,
ciertamente, es un comienzo ideal.
La mañana se
abría paso entre ramificaciones cubiertas de hojas verdes, el sol estaba
contento, decía que se veía muy luminoso reflejándose en los remolinos de agua
que hacía el río en su descenso. Trinos de aves en un "déjame que te
amenice yo con mis gorjeos, ¡los estoy ensayando a diario! pruebo, corrijo y,
entre canto y canto, me entretengo y te acompaño". Este ambiente parece
que invita a coger la batuta y, desde una pequeña atalaya dirigir una armoniosa
combinación de sonidos y que, a veces, el silencio es la nota que también tiene
que aparecer, para resaltar esa placentera sinfonía.
Por el
camino, algunos zigzagueos, pequeñas subidas y bajadas, llanitos entre hierbas
y alguna piedra, van sintiendo los pasos de los caminantes que, en ordenada
fila de a uno también zigzaguean, suben y bajan, llanean hacia su bienandanza.
Durante un trecho se rompe este idilio, pues se llega a una zona de asfalto, en
plena naturaleza pero, con perseverancia y permisividad, se supera sin que haga
falta cerrar los ojos o mirar para atrás.
Después, un
giro a la derecha, camino viejo del Paular, muchas historias que contar, la
pista se empina hacia arriba, eso sí, se sigue entre árboles que miran hacia
altas simas, pero con las raíces en los sueños de los que, en ese momento, son
los dueños de la fantasía, al menos en este día.
Puerto de
los Cotos, mitad del camino, con su historia y rodeado de cimas que merecen los
votos más significativos, invita a un descanso pausado para el bocadillo y
algún que otro trago de agua que hidrata y recupera el líquido perdido en la
caminata. Con un buen acomodo entre algo de vegetación y mucha calma, el tiempo
parece sestear, se hace un poco cómplice de ese bienestar, hasta tal punto de
tener que negociar quién se mueve primero, si el que está descansando o el
minutero.
Con más
pereza que deseo, se retoma el camino de vuelta, durante un tramo por donde se
ha subido para, después, discurrir por una senda o sendero diferente al del
principio, casi todo el trayecto bien protegidos al moverse por zona de umbría,
con una suave sensación de frescura, dándose por terminada una marcha bastante
gratificante al soslayar, durante unas horas, esas altas temperaturas que
llegan a ser sofocantes.
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