domingo, 7 de mayo de 2017

Ruta 102 Valle del Río Moros

Mucho menos conocido que otros parajes del Guadarrama, el valle del río Moros es una profunda depresión abierta por dicho cauce entre la Mujer Muerta y la Sierra del Quintanar al Norte, los cerros Minguete y del Montón de Trigo al Este y el ramal principal de la cordillera, ocupado en esta zona por La Peñota y Peña del Águila, al Sur. El valle se prolonga en dirección Noreste-Suroeste durante una decena de kilómetros hasta el área recreativa de La Panera. Más o menos hasta su altura, en torno a los 1.200 metros sobre el nivel del mar, desciende el cerrado pinar que tapiza hasta el último rincón de la zona. Son estos pinares del río Moros una de las zonas forestales más importantes de la zona centro. En el Guadarrama los pinares más consolidados son los de Valsaín, Fuenfría y el Alto Lozoya. Aunque si se mira bien, todos ellos componen un único y enorme bosque, al estar unido su arbolado a través de los puertos de Marichiva (que une este río Moros con Fuenfría), Fuenfría (los de dicho valle con Valsaín) y de los Cotos (Valsaín con los del Lozoya). En un ancestral ejemplo de desarrollo sostenible, en este valle que entonces se conocía como Garganta de Ruy Velásquez, se realiza desde la Edad Media una sabia explotación forestal. Hasta entonces se remontan una serie de pistas que alcanzan la cabecera del valle. Asfaltadas en parte algunas de ellas, todavía constituyen por su comodidad y trazado el camino más recomendable para recorrer estos parajes. Una barrera cierra la pista que se adentra en el valle durante los veranos. Se quiere evitar que los coches entren más allá de la Panera para evitar, entre otras cosas, el alto riesgo de incendios forestales. 

Asistentes: 19 
Distancia: 19'500 kilómetros 
Desnivel: 500 metros (aproximado) 
Duración: 6 horas 25 minutos 

Hoy no es una ruta de andar por las alturas, sí las hay cercanas, pero solo para recrear la vista, para saludar la mañana, para invitar a la visita de otro día. Hoy el camino es fácil casi sin subidas y todo por pista, dos pantanos, mucho pinar, animales pastando, la gente con cómodo caminar. Hoy yo soy yo, tú eres tú, te veo, te siento, aunque te alejes no te me pierdes, el sol es sol, el aire cuando da en la cara es de buena gana, pequeña monotonía, se ve la luz que no es marchita, camino recto donde la vista en la distancia anida, las nubes no se han ido porque no han salido, jornada de descanso tras algo de destajo en su astrología. 
Los arroyos fluyen de arriba a abajo, tienen que mojar en su recorrido raíces de pinos, la hierba de las praderas, sortear algún camino, definir distintas veredas, sus aguas, en sosegada charla, hacen comentarios de los caminantes, tras observarlos desde un remanso de su recorrido, infieren cómo es cada cual, cuál es su procedencia y posterior destino, por qué quieren estar allí y no en otro sitio, si alguno o alguna se parece a alguno a alguna que estuvo también ayer, que caminaba muy parecido, que hablaba o callaba según a quién tuviese de vecino, si era más o menos conocido o más o menos amigo. 
A poco de caminar unos carteles anuncian algo de un "rodaje" e inmediatamente surge la pregunta, qué se rueda, algo pasado o presente, algo trivial o prudente, de naturaleza o artificial, qué se puede rodar en ese paraje más que algo con intensidad pues la naturaleza es intensa, además de interesante. Avanzando por la pista no aparece ningún artista, ni figurante, ni ningún otro representante de actuaciones que puedan mejorar esas vistas que ofrece el propio pinar, ni tampoco el rumor del agua, ni los gorjeos de pájaros todo ello alternando con el silencio del silencio, tarea difícil pasarlo de los sentidos a los escenarios.
Esta ruta es más larga de lo habitual, paso tras paso, ¿cuántos hay que dar? alguien piensa, pero no importa, si se ha venido a andar que por mí no quede, mientras ando por el suelo también lo hago por los pensamientos, hay tiempo de ejercitarse y encomendarse un poco a los afectos. Metidos entre los árboles algún rayo de sol se cuela entre las ramas, las sortea sin tocarlas, solo quiere curiosear y después volverse para posarse en algún tallo y hacerle compañía un rato. 
Un pequeño pantano, después otro, se toma el bocadillo a su lado, la vista de vez en cuando navega, sin dejar más rastro, que el de haberse posado en el reflejo de la primavera. La mañana va transcurriendo en su habitual cadencia, a mediodía el sol en lo alto, por la tarde caerá despacio pues, para oscurecer es estas fechas, no debe haber prisa y sí algún espacio para la despedida del día, las sombras se irán acercando con el cuidado de ver que todo está recogido, todo a buen recaudo. 
Mucho o poco, qué más da, me he entretenido, he resurgido algo de mi semanal letargo, de la casa y las clases, de alguna conferencia, cuando termine volveré a que me acompañen, hasta una nueva marcha que me rompa la monotonía del día a día.

 Tino 

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