La sierra de la Morcuera es una alineación
montañosa perteneciente a la vertiente sur de la sierra de Guadarrama, sierra
del sistema Central. Está en la zona noroeste de la Comunidad de Madrid, tiene
una longitud de unos 58 km. En su extremo occidental está el pico La Najarra
(2108 m), se une a La Cuerda Larga, otro cordal montañoso de la Sierra de
Guadarrama, y en el extremo oriental está la sierra de la Cabrera. La sierra de
la Morcuera, junto a Cuerda Larga, constituyen el límite sur del Valle del
Lozoya, ya que ambas alineaciones montañosas tienen una orientación muy similar.
En la sierra de la Morcuera hay dos puertos de
montaña que comunican el Valle del Lozoya con la zona central de la Comunidad
de Madrid. El más occidental de ellos es el puerto de la Morcuera (1796 m), y
el más oriental es el puerto de Canencia (1524 m). Aparte de La Najarra,
existen otros picos importantes en la sierra de la Morcuera, como son
el pico Perdiguera (1862 m), Espartal (1723 m) y Mondalindo (1833 m). En
sus laderas abundan los bosques de pino silvestre y roble.
El valle del Lozoya o de El Paular es un valle
de montaña situado en torno al río Lozoya, en la sierra de Guadarrama, en el
noroeste de la Comunidad de Madrid. El valle del Lozoya se encuentra
limitado por una serie de cadenas montañosas, pertenecientes todas ellas al Sistema
Central, que marcan sus límites de forma natural: los Montes Carpetanos, la sierra
de Somosierra (dos partes de la sierra de Guadarrama) y las estribaciones más
meridionales de la sierra de Ayllón, perfilan el valle en su vertiente norte;
la sierra del Lobosillo al este; las sierras de la Cuerda Larga, de la
Morcuera, de La Cabrera y sus estribaciones más orientales hasta el embalse de
El Atazar marcan su límite al sur. La montaña más alta del valle es Peñalara
(2.428 m), que también lo es de la sierra de Guadarrama.
En el curso bajo del Lozoya se encuentran los
embalses de Puentes Viejas, de El Villar y de El Atazar, que retienen sus aguas
para abastecer principalmente a la ciudad de Madrid. En el valle del
Lozoya se asientan poblaciones con importantes muestras de patrimonio
histórico-artístico de alto valor cultural, entre las que destacan
el monasterio de Santa María de El Paular, ejemplos de arquitectura
religiosa y civil, así como arquitectura tradicional serrana, ya que todos los
municipios conservan hoy en día muestras de construcciones tradicionales como
potros de herrar, antiguos conjuntos agropecuarios, fraguas, pajares, etc.
ASISTENTES: 16
DISTANCIA: 13'500 kilómetros
DESNIVEL: 450 metros
DURACIÓN: 3 horas 45 minutos
Fresco en la cara, fresco en las manos, no es invierno, no es verano, si
otoño que sestea a trasmano. La mañana saluda al sol, compañero impenitente,
prudente, compañero de cada albor, el camino es más atrayente con sus rayos de
calor, el esfuerzo desaparece, cada paso merece una atención. Puestos de
cazadores, escopeta que suena, el camino gira hacia una altura a la izquierda,
hoy es marcha más montañera,para ver un paisaje vale la pena.
Al ser la ruta toda por pista ancha, con subidas y bajadas, toboganes de
tierra, rasantes que por un momento ocultan a los caminantes, se va más
disperso, cada uno a su ritmo, es casi todo recto, más cerca o más lejos se va
viendo a los compañeros. Alguno que lleva mejor ritmo de marcha alarga algo el
recorrido, se conoce bien el terreno, el día también invita a ello. A la
derecha un valle, a la izquierda un pinar, por los cuatro costados la
naturaleza vestida de colores vivos, azul, verde, blanco...cielo, árboles, el
campo y su manto.
Caminando, charlando, observando, una rama saluda, mientras sus hojas
anudan pasatiempos a los visitantes, más cercanos o más distantes ¡recuerdos!
parece decir. La perdiz y la tórtola me acompañan, el topillo, la comadreja,
algún potrillo, alguna abeja...todos son mis vecinos, pero vosotros sois unos
temporales inquilinos, no menos relevantes, sois el contrapunto a lo
cotidiano, venís a vernos, a disfrutar con nosotros, a haceros alguna foto, a
deleitaros con nuestra vida y color.
Al entrar en un frondoso pinar, al silencio le pedimos permiso
para pasar y él nos dijo que sí, si no hacíamos ruido, si no despertábamos a su
niño, pues solo sabía de suaves sábanas, no conocía de asperezas, ni tampoco le
quería acostumbrar, que si el silencio te acompaña en silencio ¿para qué
cambiar? que si le invitabas a tu casa iría, con una sonrisa, y algunos sonidos
que acunar. Al parar un momento, parece que se ha empezado a levitar sobre el
propio pensamiento, es lo único que se percibe como sonido, a saber, el
silencio y ese sentido.
Al final de esta pista, eje neuronal de un armónico tejido de la
naturaleza, se alcanza una construcción como refugio y cobijo en mitad de esa
zona montañosa, en su entorno se hace un último descanso para agruparse y
recuperar fuerzas, antes de afrontar la última subida que, si mirándola de
frente, de tú a tú, parece algo fuerte, al ir recorriéndola y amistando algo
con ella, se llega a intimar y, una vez superada, despedirse de ella sin
descartar en otra ocasión volverla a acompañar.
Fin del recorrido, otra ruta acabada, las botas y la mochila al
maletero, las sensaciones al espacio de los recuerdos.
Tino