En El Cerro
del Puerco, el 30 de mayo de 1937, se desarrolló parte de la batalla de La
Granja, en la que la participaron republicana fue de la 14ª Brigada
Internacional y por parte franquista una centuria de Falange y una compañía de
fusiles, además de otras tropas en la zona de Valsaín y de La Granja. Después
de estos combates el cerro continuó en manos nacionales y se configuró como el
punto principal del sistema de fortificaciones nacional en este área de la
sierra. Estas constan de varias partes, la primera, poco antes de llegar a la
cima del cerro, es un muro o parapeto con troneras, que se conserva muy bien y que es uno
de los mejores de la Sierra de Guadarrama. Adosado interiormente al parapeto
hay un pequeño fortín de hormigón, sin techo y con muros de casi un metro de
espesor. En lo alto del cerro hay numerosas trincheras, unos 100 metros al
oeste, bajando un poco por el cerro, los restos son muy buenos y numerosos. Aunque
hay tramos derruidos, otros muchos se conservan muy bien y alguno se ha
restaurado. Esta ladera oeste del cerro, que se asoma al valle de Valsaín y
desde la que se divisan los Siete Picos, también presenta tres trincheras
elevadas y casi paralelas, además de dos fortines cuadrados de hormigón. En el
lado este del cerro, y dispersos por toda la zona, hay restos menos relevantes
de otro fortín, trincheras, parapetos, casas de bóveda sin techo y otras edificaciones
menores. Se conservan muy bien el parapeto de 30 metros que hay poco antes de
llegar a lo alto del cerro y otro con inscripciones en la parte sureste del
mismo. Están restaurados y en buen estado los muros-parapetos de la ladera
oeste y algunas trincheras. Es ruinoso el estado de los fortines cuadrados, de
parte de los parapetos y de las trincheras de la cima del cerro.
Señalar que esta es una de las partes de la Sierra en la que Ernest Hemingway
localiza su novela “Por quién doblan las campanas” sobre la Guerra Civil
Española.
Extraído de www.castillosnet.org
DISTANCIA: 12’500
kilómetros
DESNIVEL: 450
metros
DURACIÓN: 4 horas 15 minutos
Crónica de la marcha:
Los días pueden ser bonitos o
fantásticos, al paisaje le sucede lo mismo, según cada estación del año
presenta un color, una ambientación, ni mejor ni peor, distinta. En esta
ocasión, llegando al punto de salida, se veía que habían estado charlando los dos,
día y paisaje, de lo que hablaron o acordaron había poco que pensar, a la vista
quedó, si uno se puso sus mejores galas el otro no se quedó atrás, y cumplieron
su compromiso. Tal vez el paisaje fue algo más atrevido pues no escatimó nada
en el colorido, diríase que hasta bastante presumido. Ante este panorama el
Eresma, abiertamente, alardea de su pasada alcurnia real, como diciendo ¡pues
yo no me quedo atrás!, si se presta atención, mi corriente de hoy es con
dedicatoria a todo aquel que me acompañe, sentirá como una tierna caricia en
sus sentidos, solo tiene que entornar los ojos y vivirlos.
Por este ambiente, ¡ah! se olvidaba
señalar que dentro del acuerdo ya mencionado, andando por la intimidad del
pinar inicial, los árboles se habían alineado como haciendo un pasillo, como
dando la bienvenida, a los caminantes, a los que ordenadamente iban a recorrer
esa pequeña fantasía del sosiego y la tranquilidad.
Avanzando en línea recta, casi
fundiéndose a veces con la naturaleza, se llega una especie de calzada lateral
formada por piedras, calzada cargada de historia, cuando una piedra parece
hablar de tal rey la otra habla claramente de aquella reina, las hay que
recuerdan a los grandes títulos nobiliarios como condes, duques, marqueses,
incluso de gente paria, a esta última podría entenderse que dedicaban alguna
plegaria.
Cumpliendo la ley física de "cada
paso dado es un espacio avanzado" se llega al dique de un pequeño embalse
el que se atraviesa por su columna vertebral acondicionada para ello.
Igualmente se pasa la localidad de La Pradera de Navalhorno, contigua a
Valsaín, para adentrarse en otra zona de pinar pero ya algo más montañera.
Desde aquí se va haciendo una continua y suave subida por donde, como apoyo al
esfuerzo, se siente el ánimo, el soplo, de un ligero viento. Al hacer algún
giro en curva, quedan al descubierto zonas del paisaje en altura que, cual si
saliesen de una mágica chistera, se ofrecen a la vista dejando impresionada su
imagen de forma duradera.
Llegando al objetivo de la marcha, se
deja a la izquierda alguna trinchera para, poco más adelante, alcanzar otra más
grande, hermana mayor de la anterior y en la que se hace el descanso habitual
para el bocadillo, unas fotos y dar rienda suelta a la vista que, a modo de
juguetona ardilla, puede ir recorriendo poco a poco, salto a salto, la llanura
de imágenes que tiene delante y que se recorrerá, en pocos instantes, pero que
quedarán en el recuerdo con la etiqueta de admirables.
Hecho el descanso en el Cerro del
Puerco, se coge el camino de vuelta para dar por completa una marcha sencilla,
fácil y entretenida. Sin lugar a dudas, para quienes pudieron quedarse, se tomó
una comida casera que no era cualquiera, parafraseando al conocido y famoso
cocinero, estaba "rica...rica"
Tino
Pequeño álbum de fotos:
El paisaje es poesía y la recoges en tus descripciones de las rutas. Rutas que disfrutáis y compartís ¡Enhorabuena! RPN
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, me agrada que sigas las rutas y deseo que continúes. Saludos, Tino.
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